martes, 28 de agosto de 2018

8


El papel arrugado a un costado de la cocina decía: De todos modos, no hablábamos mucho... Te veo por ahí.

Ni siquiera sabía quién lo había escrito. Tenía la sensación de que cualquier compañera podría habérmelo dedicado. Una relación frustrada, un abrazo amoroso que no pasó a mayores, un beso clandestino de una amiga.

Sin embargo, una seguridad se me incrustó en el pecho como una veta de plata en una cantera de piedra. Era todo yo con esa verdad: era de Nadia.

Nadia había estado en mi casa. Y yo supe que ella estuvo. Pero ahora... Ahora mi cabeza está en blanco. Y no tengo refugio de la tormenta que se desató.

Suena el timbre.

viernes, 17 de agosto de 2018

7


Mucho tiempo antes de la historia de Nadia ya había otras historias. Muchas veces, los eventos y hechos, personas y días se volvían una repetición deformada de algo ya ocurrido. Sin farsa ni tragedia. Solo eterno retorno. Una circularidad llena de vértigo.

Cuando surgió Nadia, ya estaba de algún modo atravesado por la búsqueda. Pero como todo lo que sobreviene, se me apareció como una novedad demasiado llena de olvidos. Una nueva vuelta en la calesita del amor o de la vida.

Cada historia es nueva y vieja. Es el resultado de un ataque a lo que ya se conoce. Cada nueva cosa que está llena de vida, tiene algo de recuerdo y al mismo tiempo una profunda desmemoria.

jueves, 16 de agosto de 2018

6


Imaginen un tren rápido. Su velocidad va esparciendo su imagen por el aire. Es una mancha borrosa y alargada para los que lo miran detenidos.

La atmósfera anaranjada y el calor. El olor a quemado. Así se veían los atardeceres en algún momento.

Visto desde el aire, el tren se dirige por una línea indefinida, hasta que se pierde de vista. A sus lados, dos autopistas pobladas de luces blancas y rojas.

El tren es de metal. Gris y blanco, vidrios espejados.

Desde el interior del tren en movimiento se ven los vehículos en la autopista como si estuvieran detenidos o yendo en marcha atrás lentamente.

Desde el puente que cruza las vías y las autopistas se puede ver el tren sólo algunos segundos, hasta desaparecer en el momento en que la vía se hace imperceptible.

Adentro del tren está Nadia. Yo estoy en el puente, agarrado del alambrado.

miércoles, 15 de agosto de 2018

5

Estaba apoyada sobre la mesada mientras el agua corría. Yo estaba sentado detrás, a unos metros de distancia. Sin energía, como derretido sobre el asiento. Agotado como un motor viejo, restaurado demasiadas veces.

Miraba el nudo de su delantal, imitando la forma de la cintura.

Ella no se daba vuelta. No se movía, solo miraba el agua correr. Había un globo naranja desinflado. Lo tomó, lo puso sobre la canilla y empezó a inflarse con agua. El globo se estiraba y aumentaba si volumen, se bamboleaba.

Parte del agua seguía escurriéndose por los caños.

Dio vuelta su cara y vi su perfil. Todo lo que hay entre nosotros podría entrar por esta rejilla...

Ató la punta estirada del globo y lo empujó sobre la mesada. Fue rodando amorfo, rebotando, hasta que cayó al piso sin explotarse. Seguía deformándose y en otro momento hubiera sido algo cómico. Rodó algunos segundo más y ahí sí estalló, largando el agua sobre el piso de la cocina.

Todo lo que queda entre nosotros es algo así. Señaló lo que quedaba en el piso.

No me moví mientras ella me decía eso. Solo levanté los pies y los apoyé sobre la silla, para evitar que el agua mojara mis zapatos.

lunes, 13 de agosto de 2018

4

Cuando desaparecés, todavía te veo. Algo te define afuera de mí. Todo lo que te rodea tiene nombres que no conozco. Nadia. ¿Cuándo te conocí? Hay un mapa hacia otros mundos posibles, y tu mensaje me dice que existen caminos que ya recorrí, sin saberlo. Ya transité tu voz, tu tacto y tu mirada. En algún momento, me despedí de vos. ¿Nos habremos dicho hasta luego? ¿Que éramos nosotros?

Lo primero que dijiste fue que habías estado esperando mi contacto por meses. Y ya no sé quién buscaba a quién. Ya no sé quién está perdido.

Una mosca se posó en la pantalla cuando me repetiste: Alfi, te estuve buscando. ¿Adonde estuviste? Por favor , encontrame antes de que sea tarde y el proyecto comience.

Fin de la transmisión.

¿Adónde tenía que buscar? ¿A quién?

viernes, 10 de agosto de 2018

3


El software de implantación de recuerdos estaba vencido. Lo había traído un amigo desde China, clandestinamente. Era un programa viejo que tomaba más tiempo del común procesando toda la información y creando los algoritmos necesarios para que el cerebro considere asimilable los hechos ficticios. Las consecuencias neurológicas eran inciertas. Podías volverte loco.

Tomarme ese riesgo... Yo no era una excepción. En una época de superabundancia robótica y mercado laboral en ruinas, la implantación de recuerdos era la salida para reemplazar una vida de sufrimiento por una exitosa. Aunque el presente fuera calamitoso, siempre había una posibilidad para justificar el mal, como una lluvia inesperada. Era menos costoso que ser un triunfador de verdad. Y más rápido. Fueron pocos los años necesarios para que los dueños del sistema mundial se dieran cuenta de que esta tecnología debía estar al alcance de la mano de las personas comunes, con vidas ordinarias y sacrificadas. Era la mejor manera de darles algo que perder, sin verdaderamente darles nada.

Y allí tenía yo mi hermoso somnífero, la clave para recrear una vida perfecta, aunque no hubiera sucedido… en un segundo estaría añorando aventuras, grandes obras, personas gravitantes. Un atardecer en la ribera cálida del Sena, un amor de una noche, el perfume de una mano que me cuidara a los 6 años. Estaba solo. Enfrente sólo una imagen virtual, la capitana rubia de una embarcación lejana. Una navegante del espacio que había encontrado por casualidad entre miles de rostros posibles. 

En segundos debía tomar una decisión, pero sólo podía mirar la fotografía. Los labios de Nadia eran un pozo de agua dulce para las abejas. No te conozco. No sé qué podría decirte. Tu cara es una catarata verde. 

Contacto Iniciado. Estuve esperando tu llamado hace meses… dijo Nadia.

jueves, 9 de agosto de 2018

2


En el año 21xx comenzó la construcción del domo. Tenía más de un centenar de kilómetros cuadrados. Un gigantesco iglú, como de plástico. Creo que ahí empezó esta historia. Las imágenes del armado llegaban a todos nosotros a través de nuestros celulares. Muchos veían el paralelismo con el 20 de Julio de 1969, cuando la Humanidad se había detenido al ver a tres tipos pisar la Luna por primera vez. Ahora, la aplicación "moonmap" se convertía en la más comprada de la historia, hasta el momento. Esta vez cada uno lo vio en su propio dispositivo. Ningún amigo compartió sillón, ninguna familia se reunió en un living, rodeando el televisor como fuego sagrado Ya habíamos dejado de comprar teles. Habíamos incluso abandonado el hábito de juntarnos a verla, casi una década antes. Había un lugar en el centro, que decía "acá se vendió el último televisor".

Después de perder el trabajo por segunda vez, una tarde en la que estaba aburrido, me puse a ver las fotos de los voluntarios tripulantes. Eran cientos. Parecía un juego, cientos de fotografías de rostros, con información debajo. Nombre, profesión, contacto. Con un solo toque se iniciaba la comunicación con cualquiera de ellos. Me quedaban varios créditos para gastar, pero no sabía salir a la calle. Sentía que sólo podía ver una pantalla líquida. Buscar a alguien. Hablar con un desconocido. Esa es mi manera de ponerme nostálgico.


Estuve varias horas viendo y tomando vieja caña. Me detuve en una cara. Nadia.


Iniciar contacto.

miércoles, 8 de agosto de 2018

1


Aunque parezca mentira, una de las cosas más difíciles fue el tema de la pileta. No sólo en lo que tiene de obvio -la construcción sobre un terreno esquivo y de indescifrables resistencias-, sino también su uso por parte de los visitantes. Una pileta en el espacio. Nado interestelar. Se supone que uno debe flotar, dijo con el entrecejo fruncido un niño de diez años, uno de los primeros huéspedes-testigos. Era cierto... ¿cómo dar la sensación de ingravidez en un lugar cuya esencia misma era la ingravidez? En este territorio somos enemigos de los flota-flota. 

La pileta tampoco podía ser un mero refresco térmico del cuerpo, dado que las cámaras y habitaciones ya estaban en temperaturas ideales. En definitiva, toda la idea de "salir a la piscina" perdía sustento. No había nadie acalorado. Ningún hombre obeso de mediana edad, transpirado, apurado por ponerse a la sombra o al resguardo de los rayos solares. Perdía sentido también el concepto general de alojamiento vacacional. ¿Qué se supone que hagamos en nuestro tiempo libre? ¿Ponernos a escribir? ¿Reflexionar? ¿Trabajar? Nadie quiere hacer eso. 

Sin embargo, la pileta aparecía allí, en todas las publicidades. Agua celeste, eléctrica, contrastando con el azul negro. Como en cualquier hotel seis estrellas y media. Publicitada de manera etérea, junto a las imágenes de platos de sushi, recepcionistas con narices operadas, hombres y mujeres jóvenes sonriendo, una pileta que no existía.

8

El papel arrugado a un costado de la cocina decía: De todos modos, no hablábamos mucho... Te veo por ahí. Ni siquiera sabía quién lo había...